Cuando
el profeta Malzahar renació en Icathia, había sido conducido allí
por una voz ominosa que se aferró a su psique desde ese entonces. En
su interior, la voz le confirió su terrible propósito y, aunque su
llamada ya no atormentaba a Malzahar, las peticiones no cesaban. El
parpadeo sutil de este faro funesto, anclado ahora en Runaterra,
atrajo a una bestia pútrida que cruzó un umbral incomprensible para
ella, ensanchando la fisura existente entre dos espacios que nunca
debieron encontrarse. Allí, entre las inquietantes ruinas de
Icathia, Kog'Maw se presentó en Valoran presa de una curiosidad
perturbadora. La chispa que lo había llevado a Runaterra aún le
seducía, atrayéndolo más y más hacia Malzahar. Además, lo
animaba a familiarizarse con su nuevo entorno, pese a aterrorizar a
todos los que se cruzaban con él.
Los encantadores colores y aromas de Runaterra embriagaron a Kog'Maw, y exploró los frutos de ese mundo extraño de la única forma que conocía: devorándolos. Al principio se limitó a probar la flora y fauna que se iba encontrando. Sin embargo, al atravesar las Llanuras de la Tempestad, se topó con una tribu nómada. Aparentemente ajeno a las leyes de la física, Kog'Maw devoró tanto a los nómadas como los obstáculos que éstos pusieron en su camino, a pesar de que sumaban varias veces su propia masa y volumen. Las más serenas de sus víctimas tal vez se preguntasen si sería debido a las enzimas cáusticas que goteaban de sus fauces y horadaban la tierra, antes de que sus reflexiones terminasen de una forma tan abrupta como sus propias vidas.
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